La cebolla
Su vida se iba marchitando día a día. Ana se sintió como una cebolla, a la que iban quitándole capa a capa hasta llegar al corazón. Cada día era un desengaño para él, un desprecio más que poco apoco iba hundiéndola en la miseria más absoluta. Aguantó todo lo que pudo. Una noche haciendo la cena, se dio cuenta de que cada vez que quitaba una capa a la cebolla, se iba haciendo más pequeña, como ella.
Saber que nunca la quiso, que nunca la querría, la hundió para siempre. Hacía mucho tiempo que Ana ya no era la misma persona que se casó enamorada. Se sentía infeliz. Escuchó el eco de la puerta al cerrarse, allí dejó la cebolla pelada. Solo se llevó la cartilla del banco, con la herencia de sus padres.