Homenaje a Gloria Fuertes
Siempre recordaré mis días de infancia,
y aquella niña que no sabía reír; miraba
todo a su alrededor.
A veces miraba sin ver, con los ojos del corazón.
Llevaba la pequeña una pena en el alma,
que le pesaba y la perseguía en sus días más
oscuros como un nubarrón.
Y en aquellos días grises y apagados,
como su mirar, de pena empañado.
Miraba la niña pasear por la orilla de la playa otros niños
de la manita de sus mamás.
Nadie escuchó a la pequeña, no decía nada ya,
solo observaba, pensativa y cansada de mirar.
Los pequeños zapatitos de lunares al caminar,
le iban pesando cada vez más.
La niña se hizo mayor y
seguía mirando con sus ojitos de pez. Sin ver.
Atrás quedaron los días de infancia, los días de la niñez.
Una mañana, levantó su rubia melena
y en su cara la luz del sol brilló.
Una sonrisa la iluminó, se dibujó bien definida.
¡Por fin lo supo, lo consiguió!, y su pecho,
de felicidad se hinchó.
Besó la niña que ya se había hecho mayor,
el rostro de su mamá y, está,
de la manita a la pequeña cogió, la miraba y la sonreía.
Su pequeña había crecido
y el amor por su mamá también creció.
La pequeña ahora ya convertida en todo un primor,
ya nunca de ella se separó.
Y en los días en que más brilla el sol,
la niña… Pasea solita, con su mamá
en el corazón.
Desde el cielo ella la mira, siempre será su niña
su pequeña, su flor.
Y en la arena de la playa, junto a la orilla del mar, la joven
en su caminar, deja solo un par de huellas,
de las dos que se debieran reflejar.
Siempre recordaré mis días de infancia…
Publicado en el libro homenaje conmemorando el centenario de Gloria Fuertes.