Fuera llovía de forma incesante y monótona durante toda la mañana. El sonido de la lluvia llegaba hasta mi como sus palabras. Cayeron todas en un momento, de forma lapidaria. En ese instante no pude pensar en nada más. Solo el golpe sordo de su voz. Dejaba salir de aquel agujero negro que tenía por boca, las palabras de forma amontonada sobre la mesa, las volcaba como si nada. Mientras rompía mi corazón en pedazos, él lo sabía pero no le importó. La soledad ya me rondaba aunque yo no quisiera verlo entonces. Era un adiós, era el adiós definitivo.
En un acto de indefensión ante todo aquel escenario, yo observaba como llovía. El trafico de la ciudad a quellas horas tempranas de la mañana era denso. ¡Estaba tan lejos de allí! Su voz se había convertido en un susurro. Se mezclaba con el rítmico repiqueteo de la lluvia. Todo seguía exactamente igual que antes, sin embargo; nada volvería a ser nunca lo que un día fue. Sucedió en cuestión de minutos, apenas tuve tiempo de articular palabra y ahora… Todo estaba dicho. Toda mi vida se quedó suspendida en el aire despues de aquellas palabras, salí del local sin decirle nada, no tenía sentido. Lo dejé sin mirarle a la cara, no quería que mi viera llorar y esta a punto de hacerlo.
Acaricié mi abultado vientre por encima de la ropa y, caminé durante horas bajo aquella lluvia otoñal. Caminé sin rumbo fijo, hasta comprender que desde aquella mañana nunca más estaría sola. Arrastraba la chaqueta que colgaba sin gracia de mi brazo izquierdo. No sentía el frio en mi cuerpo, caminaba de forma automata mientras las lagrimas brotaban de mis ojos, dentro de mi también llovía. De nuevo me acaricie el vientre,me limpié el llanto con la palma de mi mano derecha. Hice el alto al primer taxi vacio que pasaba ,volvi de nuevo a casa…
Encarna Bernat